Pues visto en carne y hueso – no en mármoles ni bronces -, el personaje fue patizambo1, corto de muslos2, de torso gorilesco, cuello corto, voluminosa cabeza y chocante rostro. Tenía al sesgo la cortadura
de los párpados3 y globulosos los saltones ojos. El breve ensortijado4 del cabello y la prominencia de los morros5, le daban cierto cariz6 negroide. Y cuando hubiese querido presumir de romano por el peso de la nariz y el vigor de la mandíbula, quién sabe qué internos humores le abullonaron7 la frente, le agrumaron8 la carne de las mejillas, le desguindaron9 la nariz y le tornaron vultuoso10 todo el rostro.
Tan notorias desventajas no impidieron, empero11, que hiciese carrera Burundún.
La comenzó – como tantos grandes hombres y a diferencia de unos pocos de ellos –, en menesteres12 más mezquinos que humildes. Tuvo, por ejemplo, el prurito revolver y olisquear13 ropas sucias; fue cleptómano de cartas íntimas y [...] se hizo perito en escuchar tras de
las puertas y aojar por las cerraduras; le puso casa al chisme14 y abrió garito a la calumnia. [...]
Pero el hombre tenía su malicia y, en vez de inspector de alcantarillas15, lo diputaron Caton16. [...] Con el
hediondo saco a la espalda, se presentó a los lugares en que los hombres vociferan. Y les ganó sin remedio ¡con los redaños17 del cínico!
Hablaba como se sufre una hemorragia o se padece un flujo. Hablaba como se vacía una carreta de grava. Como revienta una granizada. Como se vuelca un río en catarata. Hablaba el Gran Burundún – Burundá como su nombre lo indica.
Durante largos años, pareció no tener ambición distinta a la de hablar; ni quiso ocupar otros puestos que los que permiten hablar; ni dio otro testimonio de su vida que el de la palabra; y cuando los auditorios se iban a dormir, todavía tenía Burundún que palabrear con el papel... pues también era escribidor el Elocuente.
Como hay quienes destruyen con una lima, con una piqueta, con una tea, con una cuchilla, Burundún destruía con las palabras. Destruía de preferencia, claro está, lo que con las palabras se forma y de ellas se alimenta: honra, fama, reputación, prestigio.