Un ejercicio
A solas en el interior del coche, Antonia respira con dificultad. El tiempo que ha pasado con los ojos cerrados durante el trayecto apenas ha conseguido calmarla.
Ha probado1 algunos de sus mejores trucos, incluyendo:
- calcular el número de vueltas que han dado las ruedas del coche en el trayecto (en torno a 7 300);
- recitar en orden inverso, la lista de
los reyes godos2 (
se ha atascado3 dos veces en Gesaleico, porque Jon no paraba de hablar);
- trazar el recorrido más corto entre su casa y el parque del Retiro sin pasar por calles que empiecen por una vocal (11 minutos más si hay tráfico).
Nada ha servido de mucho. Su corazón está acelerado,
el aliento4 entrecortado. Ahora que Jon no está a su lado, el pánico la invade. Después de todo ese tiempo
huyendo5 de lo que es, de lo que puede hacer, la realidad
ha acabado alcanzándola6.
Antonia es cinturón negro en mentirse a sí misma, pero incluso ella es capaz de reconocer que desea tanto como
teme7 bajar del coche y volver al viejo juego.