La huella¹ del franquismo, un cuarto de siglo después de la muerte de su fundador, no es meramente sociológica. Numerosos símbolos de las décadas en que España vivió bajo la dictadura permanecen aún en las calles, en los edificios, en los lugares más recónditos² del país. No basta más que pasear por las calles de cualquier pueblo o ciudad española para ver placas del callejero³ con nombres como Plaza del Generalísimo, Caídos de la División Azul, Avenida del general Franco o Plaza de los Caídos por España. [...] En la mayoría de los casos, las autoridades se dedican a delegar la responsabilidad y ni se atreven⁴ a explicar si contribuyen a su mantenimiento o si, simplemente, se dedican a tenerlas expuestas al público. [...]
Y no sólo las calles mantienen vivo el recuerdo. Aún algunas localidades mantienen en sus nombres el homenaje que en su día decidieron rendir al dictador: Barbate de Franco, Ferrol del Caudillo... También algunos de los ideólogos del falangismo mantienen sus apellidos en algunos pueblos, como es el caso de Quintanilla de Onésimo.