El 14 de febrero de 1797, una escuadra española […] fue derrotada por otra inglesa cerca del cabo San Vicente. […] el brigadier
Cayetano Valdés, un duro e inteligente marino que ocho años
más tarde se batiría con mucha decencia en Trafalgar, fue al
rescate1
con su navío Pelayo, y dijo al Trinidad que o izaba la
bandera de nuevo y seguía combatiendo, o lo cañoneaba.
Cayetano Valdés no fue el único español decente ese día. Y
como no son precisamente los ingleses quienes mejor hablan
en sus memorias de los sucios spaniards -que pasan las batallas
tocando la guitarra y oliendo a ajo-, tiene aún más valor que los
datos que siguen provengan de la relación de un marino llamado
sir John Butler. Durante el abordaje británico del San Nicolás, el
comandante don Tomás Geraldino sitúa en la toldilla
2, donde
ondea la bandera, a un infante de marina con orden de que nadie
la arríe3 y rinda el navío. La misión ha recaído sobre un granadero4extremeño de 31 años que se llama Martín Álvarez Galán.
Y a esas alturas del combate, con el navío inundado de ingleses,
el comandante muerto y los oficiales rindiéndose, el granadero
sigue en su puesto, sable5 en mano, defendiendo las drizas6de la
enseña porque nadie le ha dicho que se quite de ahí.