Al caer la tarde, me dirigía hasta una plazuela rodeada
de una hilera de limoneros1
que había cerca de la mezquita
para jugar con algunos niños de mi edad, entre ellos un
tal Braulio, que era cristiano pero con el que mantenía
una íntima amistad porque era educado, cariñoso y
dicharachero.2
En ocasiones, sobre todo en verano, nos desplazábamos
hasta la orilla del río Guadalquivir saliendo de la medina
por la puerta del Puente y siguiendo el arrecife o calzada
de piedra que llevaba hasta la fortaleza de Almodóvar […].
A veces nos acercábamos a la explanada que había
delante del alcázar para poder contemplar las armas, los
coloridos pendones de seda3
y los caballos, bellamente
enjaezados4
a la manera de los cristianos, requisados5
al
enemigo, así como los desdichados prisioneros encadenados que se habían tomado en el transcurso de alguna
campaña o aceifa6
veraniega.
– Observo, amigo Braulio, que no te conmueve ver a
esos pobres soldados, doloridos y encadenados delante del alcázar, siendo
cristianos como tú –le dije un día que vimos meterlos en unos carros
que portaban jaulas de madera, pensando que era una escena que, como
cristiano, le debía repugnar.
– Jalid: soy cristiano, pero también súbdito leal de nuestro señor el
califa. He nacido y me he criado en el seno de una antigua familia cristiana y asisto, cada domingo, a la Santa Misa en la iglesia de los Santos
Mártires. Sin embargo, has de saber que me siento parte integrante de
la gente de Córdoba, mis conciudadanos, como los musulmanes, los
muladíes7
y los hebreos –respondió el joven cristiano
1. une rangée de citronniers
2. bavard
3. les étendards de soie
4. harnachés
5. saisis
6. una aceifa = incursión militar que los musulmanes solían hacer
en verano en los territorios cristianos
7. muladí = cristiano convertido al islam