Elsa Bornemann, escritora argentina, escribió Un elefante ocupa mucho espacio. Recibió un premio de
literatura infantil por su libro en 1976.
Al año siguiente, la dictadura cívico-militar decidió que se trataba de un título peligroso para las
juventudes, por lo que resolvió prohibir su lectura y
distribución y perseguir a la autora.
Es fácil ver por qué. El cuento transcurre en un
circo en el que el elefante, Víctor, decide
declarar la huelga general de animales.
Los reclamos: dejar de ser explotados, y que les
permitan regresar a África, de donde venían.
Por supuesto que no todos los animales estuvieron de acuerdo, por lo menos al principio,
y otros no llegaban a comprender el asunto:
«– ¿Se puede saber para qué hacemos huelga?
–gruñó la foca, coleteando nerviosa de aquí
para allá.
– ¡Al fin una buena pregunta! –exclamó
Víctor, entusiasmado, y ahí nomás les explicó
a sus compañeros que ellos eran presos... que
trabajaban para que el dueño del circo se llenara los
bolsillos de dinero… que eran obligados a ejecutar
ridículas pruebas para divertir a la gente… que se los
forzaba a imitar a los hombres… que no debían soportar más humillaciones y que patatín y que patatán»