Criar, educar, proteger, amar, cuidar. Ser
padre es una de las decisiones más cruciales
que puede uno llegar a tomar; pero darle a un
niño afecto y cuidados y un acompañamiento
significativo en su vida, en calidad de familia
de acogida, es un acto de altruismo y generosidad como pocos; y cuando se trata de un
menor con necesidades especiales, una personita con discapacidad, el detalle de compartir
tiempo, días y momentos se convierte en todo
un regalo y crecimiento, para ambas partes,
además. Y si no, que se lo pregunten a Rocío,
de Elche, en la Comunidad Valenciana,
miembro de la alicantina Asociación Gaia,
entidad difusora del acogimiento familiar.
El acogimiento de los niños con discapacidad
por parte de familias de acogida que se ofrecen
voluntariamente a ello es un ejercicio social que
pocos se atreven a practicar, y que implica brindar
un seno y un hogar a niños que, debido a diversas
circunstancias, tienen dificultades extra para integrarse en una familia.
«Para que te toque una persona con discapacidad
tienes que estar abierto previamente a acoger».